Los centros de las
ciudades son lugares en los cuales cada vez más, nos encontramos con zonas
peatonales, de acceso restringido o con cualquier otro tipo de regulación que
en principio favorezca el disfrute de los peatones.
Hablando estrictamente de movilidad peatonal, no podemos
decir que sea negativo, o al menos no encontramos ninguna razón por la que un
peatón no pueda estar de acuerdo con esta situación, más allá de algunos casos
particulares, pero cuando circulamos con
nuestros hijos por estas zonas, no está demás tomar ciertas precauciones.
En muchas zonas la calzada está a la misma altura que la
acera, únicamente separada por unos bolardos, y no siempre. En las zonas de
acceso restringido, ya sea por tipo de vehículo, o por horario, puede ser
frecuente que entren vehículos, con lo que no hay que confiarse. La diferencia de altura que supone un
bordillo de la acera con la calzada, aquí no existe, y los niños difícilmente
distinguen la calzada con la acera, por lo que no habrá que perderles de vista.
Hay que tener en cuenta que las actuaciones de los más pequeños se producen en
función del análisis de la información que reciben, y ellos están acostumbrados
a que las aceras y la calzada estén a alturas diferentes, cosa que aquí no
sucede.
Otro aspecto importante a valorar es el uso de estas áreas
por otros usuarios aparte de peatones, como puedan ser ciclistas, vehículos de
emergencias, o cualquier otro medio de transporte que tenga permitido el acceso
por la razón que sea.
En definitiva, a no ser que sea un entorno acotado no
podremos estar seguros al 100% de dejar a nuestros pequeños solos, sobre todo a
los más pequeños.